RUTA 14 - 2ºCurso.
Senderismo por "LOS OTEROS”
Fecha: 21-2-2015
Componentes de la expedición:
Antonio,
Mariví, Elisa, Goyo, M. Ángel, C. Felipe, Queti, Mº Eugenia, Conchi, Toño y Diego (en la
salida).
La nieve acumulada en la
montaña como consecuencia de la “gran” nevada, nos hizo corregir el rumbo.
Conducidos por Goyo, versado conocedor de la zona, e instruidos
por el experto ornitólogo Toño, nos dispusimos a recorrer el núcleo de “LOS OTEROS” y disfrutar de su fauna.
Después de un tomar un café calentito y
unas sabrosas pastas en casa de Goyo y Elisa en Cubillas de los Oteros,
alentados por los tibios rayos del sol y acompañados de Diego y Rayo
emprendimos el camino hacia Morilla.
El rojizo polvo de los caminos
contrastaba con el blancor de las montañas que por la espalda nos vigilaban. El bub-bub-bub de la abubilla y el gorjeo
de los petirrojos alegran el silencioso y solitario camino que nos muestra los
campos labrados aunque aún estériles y, en el valle, algún palomar circular
restaurado, que es el anfiteatro de las
palomas.
De
Morilla de los Oteros nos dirigimos, por carretera asfaltada, hacia Pobladura
de los Oteros. Observamos sus cuidadas bodegas, diseminadas como tumbas
funerarias por la ladera de los montículos, y la iglesia, en el altozano del
pueblo, que vigila las casas cuidadas pero solitarias y deshabitadas.
Por una empinada calle salimos, de
nuevo, a un camino rural que nos conduce por la llanura policromada del rojo cobrizo de las tierras labradas y
del verde prado de los trigales que ya
empiezan a destacar. Al borde del camino, encontramos una extensa viña
que está siendo acicalada por los encorvados labriegos que cortan sus sarmientos.
Continuamos caminando y, a lo lejos, en
un pequeño badén que hace el terreno, divisamos la primera manada de las
gregarias avutardas. Seguimos caminando y Toño, que iba “ojo avizor”,
divisó en la lejanía, confundidas con el
color ceniza de la tierra, dos liebres que estaban haciendo el cortejo. Según
nos fuimos acercando, comenzaron a correr velozmente, una detrás de otra, hasta
que las perdimos de vista.
Por
el extenso campo que separa Pobladura de los Oteros de Fuentes de los Oteros,
fuimos encontrando diversas manadas de avutardas. Algunas eran muy numerosas,
la componían hasta cuarenta aves. Esas aves potentes y voluminosas, de color ocre,
gris o pardo, percibían con precisión el peligro lejano y, en cuanto nos
acercábamos, levantaban arrogantes el cuello, movían la cabeza con rapidez y,
luego, asustadizas, extendían sus anchas y largas alas y emprendían lentamente
el vuelo. ¡Maravilloso espectáculo¡
De Fuentes de los Oteros nos dirigimos a
S. Pedro de los Oteros. A la entrada del pueblo, aprovechando
el abrigo y la “solana” de una nave, hicimos un receso para tomar un aperitivo
y descansar un poco.
Aprovechando
la oportunidad que le daba el
conocimiento de la zona, Goyo desbancó a
Miguel Ángel de su cargo de “avituallador” y reservó mesa para diez en una afamada bodega de Gusendos de los Oteros.
Con las fuerzas renovadas, emprendimos,
de nuevo, el camino. Una fina brisa compensaba el calor del sol del mediodía y
nos ayudaba a caminar por los
serpenteantes caminos que conducen
a las extensas y verdes fincas de cereal
y a las tierras aún yermas. Por lindes y
cunetas, escondiéndose entre las resecas hierbas, pudimos ver algunas aves
migratorias descansando, según Toño.
Después de casi dos horas, y eso que
parecía que estaba cerca, llegamos, hambrientos, a Gusendos de los Oteros. En
la popular bodega de Gusendos, si bien no encontramos un amplio espacio:
– A ver, usted señora, no se siente en
la cabecera de la mesa, ¿no ve que no
deja espacio para los de esa otra mesa? – gritó la cocinera, la “metre”, la dueña, a unas asustada María
Eugenia y Queti.
No hubo un espléndido servicio, pero ¡con qué
maestría lo suplió Elisa.¡. Además, nos topamos con dos hogazas de pan, una tripa
de chorizo, otra de salchichón y medio queso que, con las cervezas, sirvieron
de comunitario aperitivo. Luego vinieron
las dos fuentes de ensalada:
-¡
Tres, no…, no…, tres no las van a acabar ustedes¡ -dijo la dueña- ¡ voy
a poner dos y, si se quedan con hambre, ya pondré más…¡ .
Aparecieron también dos rebosantes fuentes
de pulpo que había preparado como
aperitivo porque, según le comunicó a Goyo:
-“¡para
comer un “buen plato de pulpo, hay que encargarlo con uno o dos días de
antelación, señor¡”
Llegaron, después, los platos
individuales con carrileras, los helados…., los morosos cafés y la “dolorosa”…, veinte euros por barba.
Con una
impresión agridulce, pero con la tripa llena, después de esperar por Elisa que, al
abandonar el local, se había quedado ligando con dos octogenarios lugareños, arrancamos
en dirección a Velilla de los Oteros.
Surcamos el monótono paisaje de verdes
sembrados, rojizas tierras y montículos con señeras bodegas y atravesando
Velilla continuamos en dirección a Cubillas. Con un sol cegador pintando de
rojo el cielo empedrado, llegamos al lugar de partida. Habíamos recorrido 26 Km por los “OTEROS”.
Al atardecer, después de un
café calentito y de una amena conversación en el rumboso bar de
Cubillas, nos despedimos de los generosos anfitriones y regresamos a casa.
¡¡¡¡¡¡¡ INTERESANTE CAMBIO ¡¡¡¡¡¡¡
C. Felipe