RUTA 17- 2º Curso.
FAEDO DE CIÑERA - COLADILLA
Fecha: 18-04-2015
Componentes de la expedición:
Mariví, Goyo,
Elisa, Miguel Ángel, Queti y César Felipe.
Aburridos
del largo periodo de descanso y rehechos
del susto que, el 21 de marzo, le dio a
Antonio el corazón y con él a todos, ¡ ojalá, para su bien y para la alegría de
todos, la recuperación sea rápida¡ ,continuamos
con nuestro acostumbrado periplo del fin de semana.
Después
de normalizar los descuidados bastones de Mariví, a la luz del tibio sol de la mañana primaveral que nos
saludaba, comenzamos la marcha en Ciñera.
Recorrimos el hayedo, aún desnudo,
paseando por la entablada y cómoda senda que discurre a la
vera del serpenteante arroyo que atraviesan coquetos puentes.
La primavera comenzaba a despertar. El verdor de las
recién nacidas hojas de los
arbustos que escoltaban el
sendero y el terciopelo verdoso que cubría los troncos de las hayas
contrastaban con la desnudez de sus sarmentosos brazos y con el ocre de las antiguas hojas caídas a las orillas de la senda.
A contracorriente de la cantarina y caudalosa
torrentera, el camino se fue empinando y
nos condujo a la “Foz de Villar”. Con esfuerzo, las vacaciones habían hecho
mella, desafiamos la pendiente y los
ásperos peñascos y, sorteando los incómodos matojos, recorrimos el escarpado
paraje y llegamos al solitario pueblo de
Villar del Puerto.
Después de un breve recorrido por la carretera,
torcimos a la izquierda y comenzamos a
subir por un camino expedito. El terreno
era conocido porque lo habíamos recorrido el año pasado. Sin embargo añorábamos
las precisas indicaciones de nuestro apreciado guía Antonio, aunque Mariví lo suplía sabiamente.
Seguimos la senda
por la margen derecha del arroyo y, después de una hora de camino, remontamos, a la derecha, un pequeño
montículo y descendimos al verde valle que nos llevaría hasta el pueblo
de Valporquero.
En el fresco y verde valle, salpicado de amarillentas campanillas,
tropezamos, para sorpresa de todos, con Antonio y Blacky que, impacientes,
habían salido, paseando, a nuestro
encuentro.
Aprovechando el momento del feliz encuentro, nos
paramos a descansar, departir y comer el bocadillo. Como el cielo empezaba a
enfurruñarse, emprendimos pronto la marcha
en dirección al coche de Antonio,
aparcado en un camino, y, desde allí, a
Valporquero.
Oscuros nubarrones ensombrecieron el cielo y ocultaron
el sol y, cuando alcanzábamos el pueblo de Valporquero, nos recibió una pasajera y suave granizada que nos hizo buscar refugio debajo de un frondoso pino.
Finalizada la tormenta, emprendimos camino en
dirección a Vegacervera. Después de remontar
escarpados vericuetos, hallamos el sendero que habíamos recorrido el año
pasado en sentido contrario.
Sorteando los constantes zig-zags que el camino va
dando, nos fuimos acercamos a los montes
llamados de "Los sierros negros".
Caminamos, cómodamente, por
el silencioso valle en busca de la bifurcación del sendero que nos conduciría a
Coladilla. En un momento dado y sin previo aviso, el impaciente Felipe dejó el
grupo y se adentró, solitario, en el robledal, buscando un atajo. Procuró no
perder de vista a sus compañeros, pero los matorrales y los montículos los ocultaron.
Los perdió de vista y tuvo que continuar solo el resto del camino. No le
importó mucho después de que logró
contactar con sus compañeros para avisar que no estaba perdido. El elocuente
silencio del bosque y el acompasado cascabeleo de las esquilas del ganado lo
entretuvieron….
Hacia las dos y media el camino
condujo al grupo al pueblo de Valle de
Vegacervera y, un poco más tarde, el mismo camino condujo al transeúnte solitario al mismo lugar.
Caminando por
la carretera, llegamos a Coladilla.
Después de beber
una merecida cerveza, nos sentamos
a disfrutar de un sabroso y abundante cocido en el restaurante “La Rinconada” en compañía
de Antonio y Lola, a los que
agradecimos su afable compañía.
Café de despedida en la “Copona” y
preparación de la próxima salida que será a Braña Caballo. ¡Que el tiempo nos acompañe¡
C.
Felipe