RUTA 24.
Curso 3º
PICO LA BARRAGANA
Fecha:
7-5-2016
Componentes
de la expedición:
Antonio, Mariví,
Elisa, Goyo, Queti, C. Felipe, Miguel Ángel,
Ordás y la perrita Blacky.
En un día nublado y gris, no acorde con
la estación primaveral en la que nos encontramos, decidimos subir al pico El Meloíta.
Avanzábamos, decididos, con los coches,
por la serpenteante carretera del valle de Arbás, después de haber tomado el
típico café matinal en un bar cercano a la ermita del Buen Suceso. Pero la impertinente niebla ocultaba completamente la cumbre del Meloíta
y la empalagosa lluvia de los días
pasados amenazaba de nuevo. Así que,
nuestros guías decidieron cambiar de rumbo y nos dirigimos, desde el pueblo de
Cubillas de Arbás, a La
Barragana.
A la salida del pueblo, cogimos una senda que discurre paralela a un
arroyo que vadeamos y, atravesando pequeños collados y
praderías, alcanzamos la Cabaña
el Pastor desde la cual se divisaba imponente
la Barragana.
-
¡Qué preciosidad!-
Inmortalizamos la aguja con las consabidas fotos y, subiendo
progresivamente por una torrentera amplia y despejada, fuimos aproximándonos a
la pared este del Pico Barragana.
Subiendo, por la vertiente oeste, una canal un poco más escarpada
llegamos al collado Ferreras.
Desde el collado, avanzando hacia la
vertiente oeste de la Sierra,
iniciamos la subida a la cresta del pico. La subida fue cómoda y la senda estaba
marcada, pero había que ir con cuidado porque las peñas húmedas eran
traicioneras y resbaladizas. Ya en la cumbre, hicimos la foto de coronación,
echamos un rápido vistazo al pueblo de Cubillas y al valle de Arbás y, por la otra vertiente, al pueblo de Caldas
de Luna.
El Cibernal, Peña Ubiña y otros picos dormían, tapados, entre nubes de algodón.
Como
la brisa era fría, sin apenas detenernos, iniciamos el descenso.
La lluvia parecía que nos daba una
tregua; así que, bordeando todo el Pico Prado, nos intentamos acercar al
solitario Meloíta que ahora mostraba su
cumbre despejada.
La distancia parecía corta y el grupo,
rumboso y desaforado, bajaba pequeñas
colladas que, luego, volvía a subir, sin dar tregua ni para comer ni para
beber. Nadie se quejaba. Hasta que llegó la queja del “amanuense” que avisaba
del riesgo de una repentina “pájara”. El grupo se detuvo a la abrigada de las
altas y escarpadas paredes de Pico Prado. Bebimos agua y saboreamos los
deliciosos dátiles que portaba Ordás.
Reconfortados, recorrimos el corto
trecho que nos separaba del collado de Aronga, a la falda del Pico Meloíta. Lo
miramos y remiramos y nos dieron ganas de iniciar su ascenso, pero, al ser casi las dos de la tarde,
decidimos posponer la subida para el próximo día.
Desde las apacibles praderas del Collado,
comenzamos a descender, sin dificultad, hacia la carretera que nos conduciría
al Pueblo de Cubillas.
Pasamos por una fuente abrevadero
y desembocamos en la carretera que baja de Aralla hacia Cubillas.
Evitando el asfalto, cruzamos, más a derecho, en dirección al
pueblo por las amplias e inundadas praderas
del valle de Arbás.
Al llegar al pueblo, nos recibió una
mansa mastina que se acercó, orgullosa, a mostrarnos su precioso y pinto mastín
que, por supuesto, enamoró a las “entusiastas caninas” hermanas Conde.
Después de disfrutar de un merecido "refrigerio" al final de la ruta y luego, al almuerzo, de las “jornadas gastronómicas” de
la localidad , con el regusto de la morcilla, la cecina, el pollo de
corral, el lechazo y los postres caseros, nos despedimos de Cubillas hasta el
día que emprendamos la subida al Meloíta.
Las buenas sensaciones de esta jornada por las montañas del Alto Bernesga nos animaron a tomar un gin-tonic, en el mismo lugar que habíamos tomado el café del desayuno, y a despedirnos hasta la próxima ruta que, aunque lejana, se prevé intensa y motivadora.
Felipe