RUTA 25. CURSO 3 º
PICO
MELOÍTA
Fecha: 29-5-2016
Componentes de la expedición:
Antonio, Mariví, Elisa, Goyo, Queti, C. Felipe, Miguel Ángel, Cesar,
Guti y la perrita Blacky.
La
ruta del día 29, ascensión al Pico Meloíta, en realidad, comenzó la noche del
día 28. Los auspicios meteorológicos
eran sumamente adversos e hicieron que la marcha programada para el sábado se
retrasase para el domingo.
No
obstante, la mayoría de los montañeros, algunos con compromisos previos se
excusaron, hicieron una “quedada” en la amplia y cómoda mansión de César y Guti para ver la final de la “Champions”
entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid.
Alrededor
de unas sabrosas tortillas que César cocinó con esmero, de crujientes
croquetas, de deliciosas setas, de placenteras tartas….., todo ello regado con
los buenos vinos y las frescas cervezas de la confortable posada, ¡GRACIAS
CÉSAR y GUTI¡, contemplamos el mítico partido mientras oíamos repicar, en la
calle, las gruesas gotas de la incesante lluvia.
El
partido fue un tanto aburrido, ni las efímeras caladas a los inusuales
cigarrillos fueron capaces de desatar las risas, pero tuvo dos ganadores. Por una parte, el Real Madrid que ganó el
partido, por la mínima, a los penaltis. Por otra parte, Goyo que se llevó la
“porra”. ¡Ojalá le sirva para amortizar las deudas que tiene con su hijo
pequeño¡
El
día 29, con un día nublado y gris, no acorde con la estación primaveral, después de haber tomado el típico café
matinal en un bar cercano a la ermita del Buen
Suceso, para amortiguar la resaca de la noche, decidimos subir al pico
El Meloíta.
La
lluvia respetó nuestra subida, por la cara sur del pico. Hubo tiempo para
charlar, para identificar setas, para observar el paisaje antes de coronar la
ascensión. No fue una ruta dura, fue la apropiada para el día. Fue, más bien, corta y cómoda porque la niebla, la llovizna y los
resbalones hicieron que nuestros guías
desistieran de que coronáramos, también, el pico Prado.
Después
de coronar, iniciamos la bajada por una canal pindia, llena de piedras sueltas y húmedas que, a pesar del
cuidado, nos hacían sentar. Hacia media pendiente, nos detuvimos para admirar
el escondido y acicalado nido de un coloreado pajarito que, ante el trepidante
ruido de las piedras, abandonó los azulados huevos que, con suavidad y esmero,
calentaba.
Después
de un descanso en la collada para coger fuerzas, por una frondosa, aunque
empinada pradera, continuamos nuestro descenso, a ritmo reposado, por el mismo
sitio que lo habíamos hecho la última jornada, buscando, de nuevo, corros de setas primaverales.
Degustamos
la comida y los vinos de “casa Senén” y nos despedimos hasta la próxima ruta en
la que esperamos que, por fin, la primavera, Urbano y Mª Eugenia nos acompañen.
Felipe
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