RUTA 15 - 2º Curso.
PICO “EL GILBO”
Fecha: 7-3-2015
Componentes de la expedición:
Antonio,
Mariví, Elisa, Goyo, M. Ángel, C. Felipe, Queti, Ramón, Mª Eugenia, Mª Luisa, Rocío, Fernando y (la perrita Trufa).
Frustrada la
pretensión de hacer una “raquetada” ya
que el alquiler de las raquetas fue imposible debido a su inusual
demanda, nos dispusimos a subir “el
Gilbo”. Un pico conocidísimo de Ramón y
al que asciende, dando un paseo de dos horas,
casi siempre que viene a su pueblo, Horcadas.
Con alguna nieve aún a nuestros pies y
abundante en las montañas, aunque con un día espléndido de radiante sol
primaveral, comenzamos la subida desde Horcadas .
Después de atravesar las cuidadas y hermosas
calles con sus casas de piedra, nos dirigimos, contemplando la nieve amontonada
a la vera de las casas, a lo mas alto del pueblo donde altiva, su iglesia del
siglo XVI nos introdujo en una
pista de tierra.. La nieve azulada y sucia, unas veces helada, otras reblandecida, comienza a alfombrar el camino.
El
camino va ascendiendo escoltado
por pequeños robles por entre cuyas ramas desnudas asoma el pantano de Riaño.
A
medida que vamos ascendiendo más se acerca nuestro objetivo, el Gilbo, que se dibuja como un enorme paredón de gris
caliza, desnudo y de aspecto amenazador.
A la izquierda se ven, radiantes y creando una hermosa estampa, “Las Pintas” (1985 m), a las que
ascendimos el otoño pasado guiados
también por Ramón.
Después de atravesar una zona de pradería, salpicada de pequeños robles y claras rocas, nos encontramos a la falda del
murallón rocoso y alargado que debíamos
subir. Hicimos un pequeño receso para tomar aliento, agua y contemplar un
espectacular paisaje de montañas nevadas
con el pantano lavando sus pies.
Siguiendo
a Ramón, que buscaba el camino más fácil y accesible, iniciamos la escalada
sorteando rocas y angostos pasadizos. Como las posibilidades de subida eran
variadas, la mayoría, siguiendo a Ramón, optó por buscar la ascensión por la
izquierda. Felipe, al que últimamente le encanta el riesgo, el silencio y la
soledad de la montaña, inició la subida por una pindia canal por la que Ramón dijo que también se subía.
Asumiendo el riesgo y sorteando el
miedo, trepó Felipe por la estrecha y
humedecida canal. Los bastones estorbaban, así
que los recogió y utilizando sus agarrotadas manos para aferrarse a las
rocas trepó lentamente, olvidándose del
mundo, de los compañeros y del miedo, hasta que alcanzó una pequeña zona de
descanso cerca del pico.
El resto de la expedición, después de
intentar la subida por la parte izquierda, regresó a la canal que había tomado Felipe.
Fernando, Rocío y la Trufa desistieron del
intento…., los malditos vértigos de Rocío.
Con las mismas artimañas que Felipe
había utilizado, treparon los demás, ayudados por Ramón y por los más ágiles, por la angosta canal. De
vez en cuando gritaban:
-Felipe,
Felipe…..Felipe…, pero nadie respondía.
El miedo a un posible despeñamiento del compañero acongojó a
algunos/as, sobre todo cuando descubrieron huellas de sangre en la clara roca
caliza. Menos mal que a uno de los desesperanzados gritos de Elisa contestó una
lejana voz:
-estoy aquí, casi en la cumbre, esperad -contestó
Felipe, pensando que sus compañeros/as ya habían llegado.
-no te muevas de donde estás, espera tú
que nosotros vamos detrás
-contestó Elisa.
Ya con más tranquilidad, alcanzaron la
zona donde reposaba Felipe y, después de
un respiro para beber agua y sobreponerse al esfuerzo de la trepada, consumaron la esforzada ascensión
al Gilbo.
Todos/as los que en el mes de septiembre habían realizado la
ascensión a Peña Ubiña la añoraban, no
tuvo nada que ver con la trepada a estos claros riscos……..
¡Esto
es para Ramón y algún otro aventajado¡- dijo Goyo con un entrecortado resuello.
En la cima, recuperado el aliento,
contemplamos maravillosas vistas: todos los recovecos por los que se esconde de
agua verde y azul del inmenso pantano, el valle de los Anciles, el pueblo de
Riaño, el puente flotando sobre la
inmensidad del agua, los rebecos que en la ladera, desnutridos, esperan la
llegada de la primavera….. Mirando hacia arriba vemos: la blanca silueta del
majestuoso Yordas, escondido detrás del rocoso Cueto Cabrón, en la zona de Riaño hacia Boca de Huérgano y
Fuentes Carrionas, totalmente nevada, el Espigüete, Peña santa de Castilla en los picos
de Europa……
Luego, comimos el bocadillo antes de
seguir a Ramón por la estrecha senda que recorre la alargada peña e iniciar el
descenso por la vertiente norte.
La subida y el reposo en la cumbre habían consumido
rápidamente el tiempo, eran las dos y teníamos reservada comida para las tres, así
que Ramón inició un descenso que suponía rápido. No lo fue. Pronto aparecieron amplios neveros
helados y muy pindios y hubo que ponerse los “crampones”. La inexperiencia en
calzarlos y en andar con ellos retrasó el descenso que para algunos/as fue
peligroso y arduo.
Ramón desesperaba, nunca se había
imaginado que un paseo de dos horas se
convertiría en un calvario de seis, menos mal
que había algún aventajado/a que le seguía, como Mª Eugenia que, según Mª
Luisa, se ha convertido en “la joven gacela de Monteleón”.
Después de sortear, con dificultad, los
neveros y quitar los “crampones”, llegamos a una zona más llana pero totalmente nevada y con un espeso de nieve de más de medio metro. El sol de las tres de la tarde calentaba y derretía la nieve. La nieve se reblandecía y en algunas pisadas el pie se atollaba hasta
la ingle y para sacarlo del pozo se necesitaba la ayuda de todos los Santos …
¡Que se lo pregunten a Mª Luisa y César Felipe que
casi estuvieron a punto de desistir del intento…. y a los que aún les cantan las rodillas¡
Gracias al caluroso y resplandeciente
sol primaveral que levantaba los ánimos,
después de atravesar un valle de pastos tapizado de blanco, llegamos a Horcadas
a las 16:30 horas.
Fugaz
cambio de ropa y calzado, completamente
empapados por el sudor y la nieve y rápido viaje a Riaño para comer, bueno… para merendar porque eran
más de las cinco de la tarde.
Los embutidos, quesos, ensaladas,
fritos…. elevaron los ánimos y no faltaron las bromas…. sugiriendo a Ramón que nos preparase una
“raquetada nocturna” a la luz de la
primaveral luna llena.
¡¡¡GRACIAS,
RAMÓN, POR TU DISPOSICIÓN Y PACIENCIA, PERO BUSCA COMPIS DE VIAJE MÁS
ENTRENADOS Y MENOS VIEJOS¡¡¡¡
C. FELIPE
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