RUTA 9. CURSO 3º
PEÑA EL AGUILA Y PEÑA DEL AGUA
12/12/2015
Componentes de la expedición: Mariví, Antonio, (La perrita Blaky), Elisa, Goyo, Miguel Ángel, César Felipe, Urbano y Ramón, que hizo de guía en esta ocasión.
Madrugamos un
pelín porque Horcadas queda un poco lejos. Como otras veces, paramos en
Quintana de Rueda para tomar un café y vernos las caras. Proseguimos el viaje y
no hacía falta ser un adivino para palpar que en el aire revoloteaba la sombra
del Gilbo. Allí estaba, con la majestuosidad de siempre, acaparando los rayos
del sol mientras se extendía sobre el valle una densa niebla, posiblemente fue
el causante de alguna deserción que otra en esta cita con la montaña de Riaño.
La verdad es que impone y descompone, tal vez más que su compañero el
Yordas. Por suerte, Ramón, que nos
esperaba en Horcadas, había elegido El
Águila y Peña el Agua para la ascensión.
Ingenuamente,
íbamos comentando en la subida, el ataque de un oso Gremlin a unos montañeros
en las motañas rocosas de Canadá cuando
la bien informada de Mariví nos comentó
que por aquella zona rondaban tres osos. No dimos la vuelta de milagro,
nos sujetó el hecho de que según había entendido ella en una conferencia sobre
el tema, los osos de estos parajes no solían atacar a las personas. Empezamos
la subida confiados, entre rocas heladas y traspiés inoportunos cuando nos
dimos cuenta de que Mariví esquivaba las rocas buscando senderos más fáciles ¿Estaría
evitando el abrazo fatal? Temimos que en cualquier momento saliera de la
hibernación alguno de los osos ¿Aceptaría nuestras disculpas?
En la primera
parte de la bajada supimos lo que es desplazarse entre piornos. Cuando ya
estábamos cerca del pueblo, Ramón nos propuso bajar por un camino cómodo que
nos llevaría en veinte minutos al pueblo o, prolongar un una hora más el
trayecto. Nadie tomaba la iniciativa hasta que se oyó “ marinero el último” y
todos de común acuerdo iniciamos la última ruta.
A la hora de
la comida triunfó la carne: osobuco, manos de cerdo, carrilleras. Algunos,
debido a su avanzado estado de salud, solicitamos unos humildes puerros o unas
digestivas truchas. El vino, en aquellos parajes tan lejanos, fue un prieto
picudo de Valdevimbre .
Después de
echar la última mirada al Gilbo por si había cambiado de sitio, nos
encomendamos a Dios y a la Virgen porque la vuelta fue una continua niebla,
casi más peligrosa que la ascensión al Águila.
Tenemos que
dar las gracias a Ramón por ser un guía estupendo y él nos tendrá que disculpar
porque no pudimos seguir su ritmo de subida y bajada por aquellos parajes.
Por cierto, el
Gilbo nos dio recuerdos para los ausentes.
La próxima
será el 23 de diciembre a Peña Portilla, con este tiempo se desajonseja llevar
piolet y crampones.
León, 21 de
diciembre, a pocos días de disfrutar de las vacaciones, el que las tenga.
Urbano Fdez.
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