RUTA 12. CURSO 3º
DE FASGAR AL CAMPO DE SANTIAGO
Fecha: 9-1-2016
Componentes de la expedición:
Antonio, Mariví, C. Felipe, Elisa, Goyo, Queti, M. Ángel, Mª Eugenia y (la inseparable perrita Blacky).
Las predicciones del tiempo eran nefastas y las dudas
corroían, el día antes, a los componentes de la expedición. Goyo
preguntaba, en el Whatsaap, si era necesario llevar el barco o, al menos, el
flotador. Mª Eugenia, incrédula, se reía y Cesar Trobajo se negaba a ir en
piragua. Los demás no daban señales de vida y lo fiaban todo a la equivocación
de los meteorólogos o a la valentía del grupo que, en tres años, a pesar de las
adversidades meteorológicas, no ha abortado ninguna expedición.
A pesar de las incertidumbres, todos madrugaron.
A las 8:30 horas nadie faltaba al matutino
café con churros en la churrería-bar Antonio Fidalgo de la Magdalena.
Al salir de la churrería, una efímera sonrisa del sol nos hizo creer
que el buen tiempo nos acompañaría en la mañana. Pero, según fuimos
acercándonos al límite con el Bierzo por el Valle Gordo, el viento, la llovizna
y la neblina confirmaron nuestra
equivocación.
A las 9:30 horas llegamos a Fasgar, último pueblo de Omaña fronterizo con el Alto Sil y el Alto
Boeza. Nos recibieron unas calles
asfaltadas, aunque desiertas, un río cantarín y una amplia plaza donde pudimos
dejar, cómodamente aparcados, los vehículos y ataviarnos, debajo de un amplio
templete, para emprender la ruta al Campo de Santiago.
A las diez salimos
del núcleo urbano y el valle, que se
iniciaba kilómetros más abajo en Aguasmestas, empezó a desdibujarse y a
mostrarnos sus cabeceras, fuentes y límites en los montes que rodean a Fasgar
por el Oeste.
Comienza
la ascensión por la Cuesta de Ocidiello. Una
buena pista, por la que discurren pequeñas torrenteras ocasionadas por las
recientes lluvias, nos conduce, entre desnudos abedules y hayas que comienzan a ser adornadas por blancos
copos de nieve, a una fuente de los tres
caños de abundante caudal, decorada de musgo y poesía, que,
bajo los desguarnecidos abedules, nos
acoge para una hacer un corto receso.
Luego,
continuamos la ascensión acompañados por las briznas blancas que,
alborotadas por el viento, descendían del encapotado cielo e iban alfombrando el suelo con una fina moqueta
alba.
Sin darnos apenas cuenta, llegamos el Collado de
Campo, situado a 1.641
metros de altura, constituyendo el paso
tradicional entre Fasgar y el Campo de Santiago, el cual apenas vislumbramos
entre la densa neblina.
Siguiendo la señalada
pista, iniciamos un precipitado descenso que nos llevó a una solitaria ermita. En el atrio de esta ermita que acoge
una multitudinaria romería cada 25 de julio, nos resguardamos de la impertinente ventisca y comimos el frugal
bocadillo de media mañana para reponer fuerzas.
Con renovado vigor,
salimos al pantanoso valle que se extiende a los pies de la ermita e, ilusos,
comenzamos a surcarlo con intención de,
al menos, iniciar la subida al Pico Catoute. Fue un intento vano: las botas se
hundían en la cenagosa pradera y era imposible sortear los numerosos meandros
que la surcaban. Desistiendo del intento, iniciamos el regreso al Collado del
Campo.
La niebla y la
ventisca de nieve nos impedían contemplar las peñas, montes en los que se esconde el oso y el urogallo y
collados que, desde este punto, dibujan
un admirable paisaje, pero no nos impidieron hacer un esfuerzo más y ascender
en 1 hora a un pico escondido entre la niebla a nuestra izquierda, quizás, el
pico de La Cerneya?,
la Peñona de
Brañalibrán? o, tal vez, era Peña Carnicera?… No sabemos
dónde escalamos, pero, con esfuerzo, alcanzamos una cumbre engalanada de blanco y azotada por un viento
endiablado que, sin descanso, nos hizo descender.
Entre bolas de nieve
que volaban de un lado a otro, carreras y animadas conversaciones, regresamos a
Fasgar.
Eran las 14:30 horas. Las algodonosas briznas de nieve se
convirtieron en una torrencial lluvia que apenas nos permitió acicalarnos, así
que, raudos, subimos a los coches y, después de tomar una cerveza,
arribamos en casa Resthy de Pandorado
que nos deleitó con una deleitosa comida
que tuvo como broche de oro una sesión de adivinanzas y magia a cargo de Elisa, Goyo y su cuñada Queti.
Un buen día en el
que hicimos deporte, nos divertimos y estrenamos la nieve.
¡Ánimos para la
próxima¡.
C. Felipe
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